Separación

La historia de una madre

La madre es joven. Está estudiando en Islandia, pero está muy lejos de casa. Su casa está en Gaza. Su marido y sus dos hijos aún están allí.

Madre: ¿Podéis imaginar oír el ruido de misiles y bombas cada noche? ¿Os podéis imaginar el agua de las cloacas saliendo por calles llenas de gente desesperada? ¿Os podéis imaginar ser prisioneros en vuestra propia ciudad, bloqueados por soldados en todas las salidas? ¿Os podéis imaginar que los niños crezcan en este ambiente?

Yo no me lo tengo que imaginar, ni mis vecinos, ni mis amigos, ni mi familia. Esta es la realidad en Gaza en 2019, una realidad de la que he huido durante un tiempo, pero donde he dejado el corazón.

Político israelí: Los palestinos odian Israel. Quieren destruirnos completamente. Hay que protegerla, y también a nuestros hijos. Esta es nuestra tierra y tenemos derecho a vivir en ella.

Político palestino: Los israelíes odian Palestina. Quieren destruirnos completamente. Hay que protegerla, y también a nuestros hijos. Esta es nuestra tierra y tenemos derecho a vivir.

Político israelí: Los habitantes de Gaza son terroristas.

Político palestino: Los habitantes de Israel son tiranos.

Madre: ¿Veis el problema? En Gaza estamos muertos de miedo. A menudo sólo tenemos electricidad hasta un máximo de seis horas al día. No hay suficiente agua corriente y el 70% de los trabajadores está en paro. El ochenta por ciento de la población vive en la pobreza. Los niños mueren de enfermedades evitables y malnutrición, o como víctimas inocentes del violento conflicto que no se detiene.

En Gaza tenemos un enorme globo blanco de reconocimiento sobre nosotros. Estamos siempre vigilados. ¿Vuestro cielo tiene ojos?

Es muy difícil salir. Yo soy una afortunada (para y agacha la cabeza), pero a veces no me siento así.

Las fronteras de la franja de Gaza con Israel y Egipto están cerradas. Soldados armados velan por nuestra seguridad. El paso de Erez es la entrada a Israel.

Soldado fronterizo israelí: No podéis salir de Gaza sin un permiso. Tú no lo tienes. Vuelve atrás o te disparo.

Madre: Este camino está cerrado. La otra opción es Egipto, el paso de Rafah.

Soldado fronterizo egipcio: Sí, podéis pasar. Pero tardaremos seis semanas en concederos el permiso (se rasca la nariz y sonríe). Y hemos de pactar una tasa de coordinación. Tres mil dólares. Por persona (ríe).

Madre: El sueldo medio en la Franja de Gaza para los pocos afortunados que tienen trabajo es de cuatrocientos dólares al mes. Los necesitamos para que nuestras familias no pasen hambre ni frío.

(La madre lee y toma notas)

Madre: Mi marido y yo tenemos que trabajar para mejorar nuestras vidas. No nos podemos fiar de nadie.

(Se le acerca un profesor universitario que tiene una propuesta para ella)

Profesor: Este es un proyecto que te puede ir bien. La candidata elegida vivirá y estudiará unos meses en Islandia. Aprenderás mucho y pienso que también tendrás más oportunidades en el futuro (Para)

Pero, lo siento, esta posibilidad es para una sola persona. Tendrás que dejar la familia aquí.

(La madre coge a su marido de la mano)

Madre: Tengo que aprovechar la ocasión, porque puede que sea la última. Así podremos hacer contactos y ganar experiencia fuera de Gaza. No seré toda yo sin vosotros, pero te prometo que volveré tan pronto como pueda. Espero que nuestro futuro tenga más puertas abiertas y campos verdes que controles armados y explosiones de bombas. Te quiero.

Marido: Me hago cargo, porque sé que no nos dejarás y que pronto volveremos a estar juntos. Esta podría ser una ocasión para cambiar nuestro futuro, y quizás salir de la prisión en que vivimos. No me atrevo a soñar en una vida para nuestros hijos sin alambres, bombas, tiradores o atentados, pero quizá sí…

Niño: Mama. ¿dónde vas? No quiero que te vayas.

Madre: Mamá tiene que irse unos días, pero os llamaré y hablaremos por internet tan a menudo como pueda. Pensaré en vosotros cada día y os prometo que cantaremos y jugaremos juntos muy pronto.

Niño: ¿Por qué no podemos ir contigo?

(La madre se aprieta la cabeza con las manos y se hace el silencio. El marido y los niños se apartan y salen del escenario. Ella levanta la cabeza.)

Madre: Estoy aquí pero no estoy aquí. Mi cuerpo está en Reykjavik pero mi alma se quedó en Gaza con mi marido y los niños. Sólo la semana pasada, bombas y balas lanzadas desde aviones y barcos mataron a veinticuatro vecinos míos. Sé que si nos quedamos en Gaza nuestras vidas estarán marcadas por la tragedia, el dolor, la desesperación …

Sé que, después de todo, puede que no decidimos nosotros, pero al menos estoy intentando cambiar algo. Seguro que vosotros haríais lo mismo.

¿No?

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